Blogia

Reina del Mocho

Alucinante

Me cuenta un buen amigo que recibió hace escasos días la llamada de una amable señorita que, en lugar de ofrecerle trabajo, pretendía arrastrarle, en estos tiempos que corren, a la dependencia de una nueva tarjeta de crédito. Mi amigo, cuya situación laboral es, como poco, jodida, se excusó amablemente. Pero la señorita insistió en contar con sus datos para facilitarle un pequeño crédito vía plástico. Él terminó por contarle que, además de estar en el paro, se ha metido en una aventura empresarial ruinosa, que no tiene para pagar la hipoteca y que vive gracias a los escasos ahorros que aún le quedan. Pues, oigan, ni por esas. La señorita ignoró todos sus problemas para insistir en que nada mejor hoy por hoy que contar con una tarjeta de crédito en la cartera.

Pocos días más tarde, yo misma telefoneé a la central de una de mis tarjetas de crédito para buscar una fórmula que me permita pagar lo gastado cuando tenía trabajo sin arruinarme ya del todo. La respuesta, amable, eso por supuesto, fue que no podían hacer nada por mí. Cabreada, le pregunté al joven que me atendía qué sucedería si dejaba de pagar y, como si me contara un secreto, bajó la voz y me dijo: "Yo no te lo recomiendo... te pueden meter en un registro de morosos". "¿Sólo eso? ¿No tenéis más forma de reclamar las deudas?", insistí. "No, lo único que hacemos es dejar pasar tres o cuatro meses y, entonces, meter a quien no paga en estos listados. Claro, si en el futuro quieres pedir un crédito o una hipoteca, tendrás problemas", añadió. Ganas me quedaron de decirle que, en la medida en que pueda evitarlo, no volveré a solicitar un crédito en mi vida. Y de las hipotecas, mejor no hablamos.

Alucinantes ambos casos... 

¿Feliz día?

Llevo años pregúntandome qué celebramos el 8 de marzo. Y aún no he sido capaz de entender por qué gastar tiempo y dinero en una jornada que, en realidad, disfrutan únicamente los políticos, buscando, por lo general, el reconocimiento de pelotas y genuflexos profesionales. Hace tiempo que comprobé que lo que yo vivo como mujer tiene muy poco qué ver con lo que dicen los sesudos expertos por todos consultados.

Si trabajas, cobras menos que los hombres pero tienes que dedicar al curro más tiempo y esfuerzos, además de tener que demostrar mucho más que ellos para alcanzar determinados puestos. Si no trabajas y te dedicas a ejercer de reina mocheril, entonces eres blanco de las críticas de todos, ellos y ellas, que te tratan como si fueras una pobre estúpida.

Si te cuidas, entonces eres una lela con un gramo de cerebro desarrollado, en el que subsiste, no se sabe cómo, una única neurona, que se altera de forma acojonante si le cambian el bote del body milk, le sale un pelo allí donde se supone que no debe salir o la balanza le arroja, como si de una terrible profecía se tratara, 100 gramos de más en el peso standard. Si no te cuidas, entonces eres considerada una camionera de dudosas inclinaciones sexuales y con la capacidad de convertir al maromo que tienes al lado en una linda y primaveral florecilla.

Si sales sin tu pareja, eres un putón verbenero. Y, mucho cuidado, porque, en estos casos, suelen ser el resto de féminas de tu entorno las primeras que se ponen en guardia ante la remotísima posibilidad de que se te ocurra, con un par de copas de más, tirarle los tejos a sus chicos. Chicos que, curiosamente, si coinciden contigo en el sarao de turno, no dudarán en tirarte los tejos para luego decirle a sus femeninas parejas que, efectivamente, eres un putón verbenero. Si es tu pareja la que sale y tú la que te quedas en casa, entonces eres automáticamente catalogada en el grupo de más que posibles cornudas que algo habrán hecho para merecerse eso.  

Si te interesan temas como la política o la economía, entonces estás perdida. O encuentras a otro friki como tú, que sea capaz de aceptarte como igual y al que le resulte encantador mantener largas conversaciones contigo o, seguramente, serás considerada un coñazo. Consideración que suele ocultar en realidad el sentimiento de que si sabes tanto de esos temas, lo más seguro pretenderás ser tú quien lleve los pantalones en la relación. Razonamiento típicamente machista y mucho más habitual de lo que algunos y algunas se imaginan.

Si te gusta cocinar, siempre hay alguna amigable amiga que te suelta eso de "ay, chica, qué coñazo, yo paso de cocinar para nadie". Y, si no te gusta, entonces es el género masculino el que, una vez más, vuelve a sentirse en peligro ante una señora que pasa de ollas y sartenes.

Si te gusta limpiar la casa, eres una hortera. Y, si no te gusta, entonces eres una guarra y descuidada que no sabes llevar la intendencia doméstica, que descuidas a tu familia y que, incluso, te descuidas a tí misma lo cual puede significar que seas víctima de una depresión. Así las gastan algunos...

De verdad, ¿alguien puede decirme qué carajos celebramos hoy?

Ordeñando vacas flacas

Si ser reina del mocho ya me parecía una labor difícil, ahora, en tiempos de vacas flacas, se me antoja casi imposible. Tanto como para que, casi a diario, me plantee dejar el cargo. Aunque lo tengo complicado, dado que, de momento, no encuentro sucesora a la que endosarle este muerto.

He llegado a la conclusión de que esto de administrar no es lo mío. Es más, he llegado a buscar en san google referencias sobre economía doméstica, administración de la economía del hogar y cosas similares. Y he encontrado cosas de lo más curiosas. Como, por ejemplo, www.afindemes.es, donde puedes aprender desde cómo fabricar una lente macro (¿y qué narices será eso?) con una lata de ¡¡¡Pringles!!! hasta cómo convertirte en un pirata de las emisiones de TV para conseguir convertir tu aparato en receptor de canales internaciones. Y si sólo hablas castellano, ¿para qué quieres ver la NBC o la CNN?

Más divertido es el curso que ofrece www.mixmail.com sobre este mismo tema. Un curso cuyo sexto capítulo lleva por título nada más y nada menos que Economía familiar: necesidad, objetivos, disciplina, flexibilidad y prevención. Necesidad: llenar la nevera de cosas ricas. Objetivos: llenar la nevera de cosas ricas y conseguir engañar a alguien para que, a cambio de nada, venga a mi castillo a limpiar y planchar. Disciplina: ¿y eso qué es lo que es? Flexibilidad: ¡eso, eso, eso! Prevención: nunca se me dio bien lo de las artes adivinatorias... Vamos, que este curso no es tampoco para mí.

A pesar de todo, la realidad es que yo he de admitir que soy una pésima gestora de fondos. Y que aunque cada vez que entro en el supermercado lo hago con la sanísima intención de adquirir sólo marcas blancas y aquello que sea realmente necesario, acabo saliendo cargada de mil bolsas de las que seguramente la mitad son meros caprichos.

Pero no pierdo la esperanza. Y sé que con tiempo y paciencia conseguiré convertirme en toda una experta ordeñadora de vacas flacas. Se aceptan, eso sí, todo tipo de consejos. Y, mientras pasa el temporal, lo mejor será emocionarnos con anuncios tan bonitos como el último de Coca Cola. ¡La vida son cuatro días!

Los amores del Gajito

A sus tiernos cinco años, mi Gajito se ha enamorado ya la friolera de tres veces. Sorprendida me tiene. Y, sobre todo, preocupada porque, si a tan corta edad ya sufre por amor como sufre, no quiero ni pensar lo que puede sucederle cuando alcance la tan temida adolescencia.

El Gajito se enamoró por primera vez en la guardería. La afortunada tenía nada menos que cinco añazos y él, a sus dos y medio, suspiraba profundamente cada vez que, a las ocho de la tarde, íbamos a recogerle. Salir de la guardería significaba abandonar allí a su amada. Algo que no le gustaba ni un pelo, considerando que salía de allí entre lágrimas y llamando a grito pelado a la que recordaremos como Niña A.

La Niña A observaba al Gajito con cara de alucinada, mientras la cuidadora se reía a carcajadas relatando cómo mi bombón pasaba tarde sí y tarde también detrás de la cría. Si la Niña A había atendido a los reclamos del Gajito, yo respiraba aliviada. Si, por el contrario, se mostraba harta, a mí me hervía la sangre. Y comencé a preocuparme porque empecé a entender a todas aquellas suegras-bruja que por el mundo pululan.

El Gajito no volvió a mostrar interés hacia el sexo opuesto hasta hace algunos meses. Al comenzar P5, se enamoró de la Niña B, compañera de clase y, lo que es peor, de pupitre. Mona y princesa como ella sola, sabía ya cómo manipular a un Gajito que perdió toda la dignidad con tal de llamar su atención. La Niña B lo tenía totalmente dominado. El Gajito podía pasar horas y horas hablando de ella. Y llegó al extremo de dar su nombre a uno de los cometas fosforescentes que tiene pegados en el techo de su habitación. Junto a él pidió que le pegáramos otro. Y, cuando lo consiguió, exclamó: "¡Mira! ¡Somos la Niña B y yo!". Exclamación que repetía cada noche mientras realizábamos el ritual del cuento nocturno.

Algo se torció en la historia y el Gajito comenzó a preocuparse. "Mami, ¿por qué la Niña B me dice que soy feo?", preguntaba de vez en cuando. "Bueno... las chicas somos así de tontas. Cuando un chico nos gusta, en vez de decírselo, nos metemos con él, le decimos  que es feo, que es bobo...", le respondí la primera vez. Al rato, el Gajito, ya metido en la cama y tapado hasta casi las cejas, volvió al ataque: "Mami, si yo le gusto a la Niña B, ¿por qué me dice que soy feo?". Odié profundamente a la Niña B... Volví a explicarle mi teoría y su respuesta me dejó totalmente chafada: "No puede ser, mami. Si yo le gusto, no puede decirme que soy feo. Ella es guapa".

La llegada de las vacaciones de Navidad puso fin al romance con la Niña B y yo volví a respirar aliviada, confiando en que el Gajito dejaría de pensar en niñas para pensar en, por ejemplo, hombres araña, espadas o pistolas. Qué equivocada estaba...

Con la vuelta al cole, llegó el cambio de pupitres y, otra vez, colocaron al Gajito junto a otra de las princesitas del aula. La Niña C es guapa, pizpireta, divertida y con un instinto maternal que sorprende. Ayuda al Gajito a ponerse la bata, le recoge las cosas del suelo, va tras él para evitar que se pelee con otros gajitos... y, claro, sucedió lo inevitable. ¡El Gajito volvió a enamorarse!

Retornaron las miles de charlas con la Niña C como protagonista. Volvieron las preguntas, los suspiros y las ganas de que pasaran rápido las horas para volver a clase. No había visto nunca al Gajito tan emocionado con esto del cole. Y eso que mi Gajito es ya rebelde y demuestra hacia la enseñanza reglada reparos que en mi vida hubiera podido imaginar.

En fin, que ahora anda inmerso en el romance con la Niña C, aunque mucho me temo que la cosa no va por buen camino porque hace un par de días el Gajito, todo compungido, ha vuelto a contarme que la princesa le ha llamado feo. ¡Ay, Señor, tan pequeñas y ya tan brujas!

 

 

Un sueldito de 'ná'

500.000 dólares, unos 390.100 euros, es lo que cobrarán como máximo los altos directivos de los bancos norteamericanos que reciban dinero público. Así lo ha decidido el presidente Obama y, con su decisión, ha generado, una vez más, expectativas de cambio que, en mi opinión, se basan exclusivamente en buenas palabras y que, espero equivocarme, nos traerán sólo decepciones. 

Con Obama (es verdad que antes de él llegó ZP a poner las bases del nuevo mundo gominola, reconozcámoslo), son mayoría los que esperan un mundo nuevo en el que todos seamos realmente iguales y, como tales, todos tengamos ¿acceso a lo mismo? Seamos serios, por favor. Estamos hablando de que los grandes directivos de los grandes bancos norteamericanos que han ganado más que nadie en la bacanal de los últimos años cobrarán, pobrecitos ellos, ’sólo’ unos 70 millones de pesetas al año como máximo a partir de ahora. Una bonita suma si consideramos que será la que reciban quienes han reventado a conciencia y sin posibilidad de recuperación el sistema de vida que hasta ahora teníamos como modelo en este cada vez más estúpido Primer Mundo. Nada que ver, está claro, con los algo más de 12.000 euros que cobramos al año quienes, como la menda, nos hemos visto obligados a engrosar las filas del INEM y de sus filiales autonómicas.

¿Osará nuestro ZP a hacer lo mismo en España? Lo dudo. Considerando que ni siquiera todos los integrantes del Gobierno conocen a la vez si éste tendrá o no paciencia con los bancos españoles, difícilmente podrá el presidente adoptar tan populista medida. Anuncio que, por otro lado, tiene miga, si tenemos en cuenta que los 70 kilos en cuestión (multiplicados, obviamente, por el número de altos ejecutivos, que, supongo, serán miles) serán, en realidad, pagados por los contribuyentes norteamericanos, que, con sus impuestos y sin que nadie les haya preguntado, se ven ahora obligados a ayudar a quienes les han llevado directamente, y sin apenas trazas de arrepentimiento, a la ruina.

¿Imagina alguien en este país al presidente diciéndole a Botín que ha decidido que, desde ya, no podrá cobrar más de 70 millones anuales? ¿Imagináis cuál sería la reacción de la primera autoridad del primer banco español ante semajante anuncio?

 Creo que si ZP tomara la misma decisión que Obama estallaría, por fin, la gran revuelta social que necesita España para dar al traste con tanto sinvergüenza que desde la Administración y el sistema financiero nos han arrastrado a este nuestro actual fantástico valle de lágrimas. En el que, eso sí, nuestras armas en manos de los malos matan selectivamente en función de la nacionalidad del destinatario de las balas; los sindicatos ya no son lo que eran y han sido sustituidos por los de la ’central de la ceja’ y tenemos como mejor actriz española a la cretina de Penélope Cruz.

Aquí estoy

Bien, aquí estoy. Frente a mi primer blog en solitario y después de haber probado en el pasado la experiencia de otras bitácoras centradas única y exclusivamente en el chismorreo político de la isla de Eivissa/Ibiza. Aún aturdida porque el aterrizaje en el Reino del Mocho ha sido, amén de forzado, difícil de aceptar y, sobre todo, porque la organización de todo un Estado, es decir, mi casa, es mucho más complicada de lo que, lista de mí, pensaba. Pasar de dirigir un periódico a dirigir el hogar es, amén de sorprendente, escalofriante. Pero, bueno, aquí me encuentro y, de momento, con este nuevo blog me entretengo. Pasar, poneros cómodos y prepararos para disfrutar (no olvidéis, eso sí, colaborar de vez en cuando).